Manoli se encontraba en la cocina haciendo unos huevos fritos, cuando Eustaquio le sugirió llevar una pequeña reforma que dotara de un extractor de humos a la cocina, pues sin la campana, como solía decir Eustaquio “al salir de casa somos hombres croquetas”.
Manoli aceptó la sugerencia de su marido, pues en el fondo llevaba razón. Sin embargo, veía de aquel modo invadido su espacio y su cabeza, pues era la hora de cocinar, la escogida para pensar, soñar, plantearse el modo de hacer de éste un mundo mejor. Tras la instalación del extractor, Manoli no soportaba el ruido del aparato, por lo que comenzó a escuchar las noticias por el radiocasete de la cocina, que neutralizaba en la medida de lo posible el trastorno que causaba la campana.
Con el paso del tiempo, Manoli comentó a Eustaquio su voluntad de retirar aquel aparato. Anteriormente le encantaba cocinar, pues según ella era el único momento del día en el cual se le permitía pensar y soñar, en definitiva, cocinar un futuro mejor. Tras la instalación del extractor, esos momentos habían tornado en amargura y desasosiego. Eustaquio, preocupado por la turbación de su esposa, le planteó visitar a un colega psicólogo, dado que lo de Manoli, según él, comenzaba a tener unos tintes maniáticos preocupantes.
Ella se negó a visitar a nadie, y continuó empeorando su estado anímico, comenzando a odiar la cocina. En los últimos días, no podía quitarse de la cabeza cómo había permitido instalar aquel “extractor de sueños”. Finalmente, tras las presiones de su esposo, tuvo que ir a la consulta del psicólogo, que tras varias sesiones intensas y descriptivas, pudo elaborar un informe, dilucidando el problema de Manoli.
Al volver a casa, Manoli abrazó a su marido, diciéndole “¡No estoy loca!, son los demás”. Se había dado cuenta que nada tenía que ver el extractor de humos en sus malos humos. Había llegado a la conclusión, junto al psicólogo, que para no soportar los ruidos de la campana, encendía el radiocasete y escuchaba las noticias. De hecho, ese era el problema, el radiocasete, el verdadero extractor de sueños. Ella pensaba, soñaba que los problemas de los trabajadores iban a remitir pronto. Ella pensaba, soñaba que los desajustes judiciales llegarían a su fin. Ella pensaba, soñaba que la crisis económica mundial no sería tan horriblemente larga como parecía. Ella pensaba, soñaba…. Ella pensaba, soñaba….
La cuestión es que a cada pensamiento, a cada sueño que aparecía por su cabeza, la radio respondía de manera violenta, propinando continuos puñetazos a sus convicciones, sus pensamientos; en definitiva, sus sueños.
Al año siguiente, Manoli decidió escribir un libro, basándose en su experiencia personal y en una interesantísima investigación. Tras varios meses, encontró el título: “Medios de comunicación: la campana de tu cabeza”.
Francisco Leal