miércoles, 14 de enero de 2009

Un extraño ha entrado en mi vida


Un hombre de avanzada edad, 72 años exactamente, llamado Sergio, fue aquella mañana gélida a su rutinaria revisión médica. Su doctor, de total confianza, tuvo que pasar uno de esos momentos que dicen ser los más tristes de un médico: comunicar a un paciente su inevitable y rápida muerte. En este caso, se trataba de aquella enfermedad difícil de mencionar con denominación de signo zodiacal. ¿Cómo era posible que yendo quincenalmente a la revisión, le detectaran un tumor tan avanzado?

Sergio, siempre había sido un tipo radicalmente introvertido. Nada de lo que le ocurría era comunicado a su familia, a pesar de tener mujer e hijos. Aquella noticia sobre su inminente muerte, le dejó aturdido varias semanas. No podía aceptar una muerte tan repentina y su carácter le llevo en varias ocasiones a intentar suicidarse, por lástima para él sin éxito.

Durante toda su vida, este hombre había rechazado todo tipo de doctrina moral-religiosa, al considerar que los apoyos de tipo espiritual solamente eran reconfortantes para personas frágiles y débiles ante el mundo que nos rodea. Su postura era superior al escepticismo, convencido y practicante del ateísmo. Él sólo encontraba cobijo ante las adversidades en sí mismo, ni tan siquiera en su familia y amigos.

Cuando conoció el fatal diagnóstico, se vio sumido en una profunda depresión que agudizaba aún más su lamentable estado de salud. A los dos meses, tuvo que ser hospitalizado por su estado crítico. Un sacerdote visitó su habitación, para darle la extremaunción. Lejos de rechazarle, como solía hacer al ver a un miembro de la Iglesia, lo agarró y le rogó que hiciera lo posible para salvarle del infierno. "Mi rechazo a la doctrina católica creo que tan sólo respondía a mi interés por mostrar autosuficiencia ante los míos. Espero que el Señor perdone mi arrogancia y sepa entender mi último abrazo en esta vida, que no es otro que el que tiendo al Señor".

Evidentemente, el sacerdote, sorprendido por aquella confesión, le respondió "Hijo, yo nada puedo hacer ya por tu vida, pero lo que sí te puedo decir, es que el Señor siempre está dispuesto a abrazar a un hermano, aún teniendo que esperar al momento de su muerte. Nunca es tarde si la dicha es buena".

A los 23 minutos y 12 segundos de abrazar al Señor, Sergio expiró. En su testamento, había dejado unas últimas palabras que justificaban su cambio radical de postura en sus últimos momentos de vida:

"Del mismo modo que un drogodependiente, acepta ayuda económica de cualquiera, llegando incluso a robar, así yo lo he hecho de manera espiritual. El miedo a la muerte es común en todos los mortales, pudiéndose manifestar de un modo más o menos intenso. Así es como el miedo ha entrado en mi vida. Bien es cierto, que al menos únicamente entró en mis últimos momentos.

Por último, solo quiero decir que el Señor es la representación de ese miedo. Ese miedo llamado cáncer. De este modo, para despedirme de manera sarcástica, como siempre me caractericé, recordad que la Santísima Trinidad entró en mi vida antes de morir: Cáncer, Miedo y Espíritu Santo."


Francisco Leal

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